viernes, julio 16, 2010

La despedida de Felipe Ángeles.




En los últimos días de mi estancia, para cumplirles una invitación a los asistentes al taller, en un viaje a Victoria compré tres kilos de carne para cocido para hacer un plato poblano: un tizmole. Así que un domingo pusimos a cocer la carne desde temprano y ya a punto agregamos el recaudo. Nos reunimos alrededor de una hoguera en ese día frío y lluvioso, de chipi chipi , Genaro Barrón y sus hijos, Samuel Barrón Ortiz, Víctor Barrón, que prestó su cocina para el caldo; Cesar Zavala y sus dos hijos, Hugo Ortiz Ruiz, y otros que por ahora no recuerdo. Llevamos la olla a un cuarto techado sin puertas y ventanas, en donde avivamos la hoguera que habíamos mantenido todo el domingo. De alguna parte salieron cajetes y cucharas y alguien llevó una botella de tequila, como si hubieran sabido que me gusta comer caldo picoso con traguitos de tequila o mezcal, para que se llene toda la garganta y demás conductos superiores de sabor y calor. Les gustó mi guiso. Y después de apurarlo con tortillas gordas calentadas en las brasas de la hoguera, al sentarme sobre un bloque me recordaron que no debería hacerlo sin cuidado. Las capulinas son muy venenosas y sin atención médica es fatal su piquete. Se inició entonces una conversación en la que Genaro Barrón llevaba la voz cantante. El conoce toda la Sierra al dedillo, sus cañones, cerros, arroyos y ranchos. Por cierto que quedamos de realizar una excursión al Cañón del Diablo para conocer sus cuevas y sus pinturas rupestres. Otra a un sótano no registrado y a algunos sitios arqueológicos poco conocidos. Pero en lo que más se centró fue en los relatos sobre el jaguar. Genaro platicó que el propietario del Rancho La Saga, Andrés Marcelo Sada, a través de su administrador les pidió que les guiara a atrapar un jaguar que les estaba matando muchas reses. Genaro asintió y salieron después de tomar café por el Cañón de Los Ángeles, de cuyo nombre toma el suyo el rancho que dio origen al Ejido, una mañana húmeda y fresca por una agüita que había caído en la víspera. Siguieron el cañón rumbo al sur y a las tres horas encontraron un encino caído con un hueco en donde había tomado agua el jaguar según la huellas, allí torció para el este por una cañada que lo comunica con el Cañón del Diablo. Iban a pie, con un machito para el bastimento. Es camino duro, entre rocas y árboles. Siguieron la huella, que a ratos perdían y volvían a encontrar. El rocío o la lluvia permiten notar con menor dificultad la huella del animal. Siguieron todo el día y cuando la tarde los alcanzó, hicieron campamento. Montaron la lona que llevaban, hicieron una hoguera y sacaron la lonchada. Allí platicaron hasta tarde, al macho lo amarraron cerca por si el animal andaba cerca. En la noche notaron que el macho se ponía nervioso y para ahuyentar al jaguar avivaron la hoguera y gritaban. Viendo que el macho se había puesto nervioso se adelantaron al amanecer e iniciaron la caza. Cada vez notaban que iban cerca del animal, de tal forma que para las once lo acorralaron en un reliz y se trepó a un árbol. Decía Genaro que los rugidos les ponían los pelos de punta y que sentían como se les enchinaban hasta los huesos. A última hora se había incorporado al grupo un amigo de Andrés Marcelo Sada, quien les había dicho que este no quería que mataran al jaguar, que lo atraparan vivo. Pero era imposible porque no tenían dardos. Así que Don Lupe, el papá de Genaro le dijo que no se podía y que había que matar al animal, lo que hizo con un disparo del 30 que llevaba. Lo cargaron entre cuatro y regresaron a Felipe Ángeles. Dijo Genaro que dos años después que viajaron a Monterrey, Andrés Marcelo lo tenía disecado en su oficina. Así ya para la medianoche o un poco pasada se fueron retirando como se apagaba el fuego y mis ojos entrecerrándose de sueño y cansancio. Esa noche soñé con la Sierra y sus jaguares.
La caza del jaguar está prohibida, lo que se relata sucedió hace más de treinta años. Actualmente los conflictos entre los ganaderos y los grandes felinos con gran desventaja para estos últimos, ha llegado a un punto en el que debemos evaluar que es más importante, si los intereses de unos pocos ganaderos o la salud poblacional de los felinos, en proceso de desaparición. Yo prefiero saber que los gatos están bien aunque quiebre la ganadería. Ni siquiera es fuente de trabajo importante.

jueves, julio 15, 2010

Ejido Felipe Ángeles. Casas, Tamaulipas.

La comunidad del ejido “Felipe Ángeles” se encuentra situado a 7 km de la carretera vieja Victoria-Soto la Marina en el kilómetro 79.En las coordenadas 23° 31´39.38”N, 98° 29´26.17” a una elevación de 434msnm. La superficie de que está compuesto el ejido es de es de 3462ha, dotadas en la ejecución del decreto de 1951, afectando al rancho “Los Ángeles” con 792 ha y el resto al rancho “La Florida” antes denominado “Palo Gacho”. La solicitud de dotación se realizó en 1933. Los ejidatarios miembros son 64 y actualmente el poblado o área urbana del ejido tiene 29 solares de 50 x 50m habitados con por total de 150 personas aproximadamente. Cuenta con una escuela de una sola aula, en donde asisten niños a preescolar y primaria; la secundaria y grados superiores las cursan en las cabeceras de Casas, Soto la Marina y Ciudad Victoria. Los actuales ejidatarios que forman el consejo directivo o Comisariado ejidal son: Guadalupe Barrón Zúñiga, Presidente; Samuel Barrón Ortiz, Secretario; Salomón López Alonso, Consejo de Vigilancia y Esteban López Alonso, Tesorero.
La comunidad y área urbana está situada en una zona que sido poblada por más de 220 años. Los pobladores, aunque proceden de diferentes regiones del centro del estado, como el IV distrito en el Altiplano y del piedemonte de la vertiente oriental de la Sierra Madre al norte de Ciudad Victoria, poseen una identidad ligada a su ejido, su historia, costumbres y cultura rural local.
La fuente permanente de agua ha propiciado el asentamiento humano desde antes de la llegada de los españoles en las postrimerías del siglo XVIII. El grupo indígena nativo, los Pasitas, poblaron la Sierra de Tamaulipas posteriormente a la desaparición de la cultura Huasteca. Era una tribu de recolectores y cazadores y para su pacificación y evangelización se fundó en el lugar la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de la Boca de los Ángeles en 1791, cuyos restos arquitectónicos persisten y han sido clasificados por el INAH como de interés histórico. La misión fue quemada por los indios en el año de 1800, sin embargo aunque no existe información documental la actividad principal hasta mediados del siglo pasado fue la ganadería, la agricultura de subsistencia y en el caso específico de “Los Ángeles” como se le llamaba a la congregación antes de su constitución como ejido, existió una industria de curtiduría hasta 1970.

A pesar de que en la región noreste la cultura rural ha ido diluyéndose paulatinamente, por razones que van desde una subvaloración de la vida rural, el bombardeo mediático que exalta la vida urbana como la mejor, la despoblación del campo por falta de oportunidades y financiamiento, así como el descuido oficial, existen comunidades en que la gente mayor, conscientes de los valores culturales de que son depositarios, tratan de transmitirlos a las nuevas generaciones. En el caso de esta comunidad el depositario de la tradición es el Sr. Genaro Barrón Medina, 67 años de edad y que conoce la Sierra de Tamaulipas en forma detallada, así como sus tradiciones, costumbres, gastronomía, imaginaria colectiva e historia oral.
En la actualidad, como la mayoría de las comunidades de la Sierra de Tamaulipas, la principal actividad es la forestal y en particular la saca de madera en rollo para postería y la producción de carbón; debido a que las condiciones meteorológicas han cambiado y son desfavorables a la agricultura y la ganadería. Estas actividades han resentido notablemente diversos fenómenos, desde la falta de lluvias o escasez de estas, la no definición de las estaciones del año, una creciente proliferación de plagas como la de murciélagos hematófagos, etc.
El ejido está situado en la vertiente noreste de la Sierra de Tamaulipas, en la zona de transición entre la selva baja y encinos. La superficie del ejido está en buenas condiciones de conservación, las áreas de cultivo son pequeñas, potreros de una o dos hectáreas situadas en la orilla del Cañón de los Ángeles, parcelas que tienen abiertas desde hace 50 años, en donde siembran maíz y frijol para su consumo anual. Las variedades cultivadas son criollas y conservan la semilla para la siembra del próximo año. Practican la caza de subsistencia, pero son receptivos a las recomendaciones de conservación y aprovechamiento sustentable. Están conscientes de la importancia de la biodiversidad y su conservación para el equilibrio ambiental. Entienden las relaciones ambientales de la fauna y la flora y están preocupados por el Cambio Climático.
Si bien en el ejido Felipe Ángeles existe migración, esta se da por razones más de educación que por razones de subsistencia, habiendo casos en los que los jóvenes regresan a integrarse a la comunidad y las actividades de la misma. La población del ejido es de 170 habitantes.
Es una comunidad saludable en sus relaciones hacia adentro, se nota una socialización frecuente, actividades comunitarias informales como la producción de repostería, hojarascas, rosquillas de harina de maíz, etc. en los hornos de piedra y adobe que existen en la comunidad. Como en El Chijol la base de la comunidad son las relaciones de parentesco, en el que el apellido común es Barrón; esta peculiaridad es la principal variable en la armonía comunitaria y la razón de que la organización y estructura ejidal persista. Además hay un respeto por el trabajo comunitario, que ejercen hasta los más viejos. El respeto hacia las personas mayores y su punto de vista es acendrado. Nos tocó asistir a la celebración del 20 de Noviembre, en la que convivieron y celebraron con tamales, tostadas, refrescos y una reunión en el patio de la escuela, cuidadosamente organizada.

El diálogo monólogo.

El viernes estuvimos en una reunión de la SRE rumbo a la cumbre ministerial de Cancún sobre el Cambio Climático. Los tres funcionarios, dos de la SRE y uno de la SEMARNAT, nos mantuvieron a faunativa, ac y otras cinco OSCs cuando muchas, con un choro monótono y aburrido. Mi impresión es que están en el limbo. ¿Cómo plantear un consenso internacional cuando no lo existe en el ámbito interno? y ¿cómo ampliar los compromisos si no hemos avanzado en parar los desmontes, la producción de carbón, legal e ilegal; las descargas de aguas negras, los desechos sólidos, los lixiviados mineros, etc.?
Debo reconocer que la SRE es una secretaría que en este caso solo es responsable del protocolo y el procedimiento, es la SEMARNAT la instancia responsable del tema, la que debería plantear acciones innovadoras. El funcionario de SEMARNAT en la reunión, el señor Mateo Castillo Ceja, me pareció más un individuo de corte snob, de pipa y guante, en un autopedestal difícil de alcanzar por los mortales comunes. Es el enlace entre la SEMARNAT y las Organizaciones de la Sociedad Civil. Yo supongo que de tipo asistencial, filantrópicas y aristocráticas, no como faunativa, modesta, de rancho.
Al término de la reunión me dirigí a Castillo Ceja para plantearle mis inquietudes respecto a nuestra propuesta de establecer cortinas rompeviento en el noreste de Tamaulipas, en eso estaba cuando entró una llamada a su celular que atendió de inmediato, apartándose de nuestra conversación por cinco minutos. Faunativa no es una organización grande y nosotros somos modestos activistas sin pretensiones ni poses. No exigimos atenciones especiales, pero si respeto. Por otro lado somos conscientes que somos las organizaciones quienes justificamos el salario de Castillo Ceja. Con cierta molestia le reclamé que el gobierno federal está divorciado de la sociedad y me contestó que no, que esa reunión con seis OSC era la muestra de lo contrario. Seis Organizaciones de la Sociedad Civil justificamos el viernes el diálogo permanente y el excelente nivel de comprensión entre el gobierno y la sociedad que se quiere mostrar. Por nuestra parte es la última vez que asisto a farsas convocadas por la elite burocrática.

Ejido El Chijol






Nuestro proyecto de talleres de uso de maderas nativas en la Sierra de Tamaulipas, con el apoyo del Instituto Nacional de Desarrollo Social INDESOL inició el 29 de julio del 2009. Nos trasladamos al ejido El Chijol, en el municipio de Llera de Canales, Tamaulipas. De Ciudad Victoria, la capital del Estado, toma uno la carretera que va a Soto la Marina y en el entronque con la carretera a Tampico, tomamos rumbo al sur hasta pasar Estación Zaragoza. De allí aproximadamente veinte kilómetros adelante entramos a una brecha al lado norte de la carretera. Es la entrada al suroeste de la Sierra de Tamaulipas. Pasa uno pequeñas comunidades ejidales como Santa Rosa, La Morita, El Cabrito, Progreso y llegamos a El Chijol. Conforme avanzamos el camino se va angostando, haciéndose difícil y el clima, mas agradable. No medimos la temperatura pero de 35 grados por lo menos al subir baja a 28. El Chijol esta situado en los 871m de altitud. Su vegetación es de clima templado. El camino va de matorral a selva baja, una zona de transición de selva y encino, encinal y finalmente bosque pino-encino. En estos parajes A. S. Leopold acampó en 1947 en su recorrido por nuestro país colectando especímenes para su estudio, que se concretó en su Fauna Silvestre de México.
Al llegar nos informaron que los varones de la comunidad estaban fuera por asuntos judiciales, la comunidad se ha visto involucrada en un conflicto agrario con la hacienda Acuña. El propietario les invadió y ellos destruyeron los linderos que estableció arbitrariamente. Parece mentira que en el siglo veintiuno aun se den conflictos de esta clase, de los que dieron lugar a una revolución que se inició hace casi cien años y que será ¿conmemorada? el próximo año. Es ¡absurdamente paradójico! Como sea, nos sentimos un poco decepcionados, buscamos un lugar en donde esperar su llegada que se daría unas cinco horas más tarde. Aprovechamos el tiempo para deambular por los alrededores. Lo primero que sentimos fue el contraste de temperatura, aunque el sol brillara con la misma intensidad, en la sombra el fresco !del mediodía! es notorio. El viento corre, vuela por entre los cerros y da una sensación de bienestar. El verdor es más acentuado y el olor a encinas y acaso a pino. Si, es diferente al plan, a las tierras bajas que se cuecen en la canícula inclemente.
Los pobladores son apacibles, sencillos, generosos pero firmes en la defensa de su patrimonio. Fueron 25 días de aprendizaje para mí, creo que más que lo que compartí con ellos. Están orgullosos de su ejido, de que está conservado y quieren mejorarlo.
Los primeros cinco días me acompañó mi hijo pero tuvo que regresar al DF por cuestiones escolares. Gracias también a este viaje tuve oportunidad de convivir con él y de reforzar nuestros lazos.
Trabajamos los veinticuatro días, en sesiones de cuatro horas diarias. Repasamos viejas técnicas de carpintería, con herramientas manuales como hachas, azuelas, escochebres, cepillos, berbiquíes, etc. Construimos bancos, sillas, mazas, un torno de cordel, un caballo de talla, de los que iré subiendo fotos. Como sea soy afortunado, es un privilegio compartir con los pobladores de El Chijol sus problemas y sus logros, su confianza, pero sobre todo su amistad y un interés genuino por la conservación de su entorno y sus recursos.